El hombre no podía dar crédito
a lo que le estaba sucediendo. Sus ojos, enrojecidos por la sal de sus
lágrimas, transmitían una mirada vacía, perdida en el infinito. Carecían de
ilusión. Sus finos labios permanecían apretados, conteniendo toda la rabia
acumulada por la impotencia ante lo acaecido.
Sus sueños, sus proyectos y sus
anhelos más profundos habían estallado en mil pedazos sin que él pudiera
remediarlo. De nada habían servido su esfuerzo, su entrega, las horas
invertidas. La suerte estaba echada y se mostraba esquiva, adversa. Todo era
inútil. El escarnio y la burla estaban servidos. Sus enemigos aprovecharían la
ocasión para vengarse del pasado y criticarle abiertamente. Su imagen, su prestigio
quedarían irreparablemente dañados.
Solamente quedaba una opción
posible. Una salida honorable. Abrió el cajón de su mesita, agarró la pistola
y, apuntándose a la sien, apretó el gatillo. Había perdido cinco puntos de Elo.
Ilustración: Joan Fontanillas Tapiol.
Nota para el lector no ajedrecista: Cinco puntos de Elo significan una cantidad irrisoria en el escalafón ajedrecístico. Los ajedrecistas miden su fuerza con una puntuación que crece o decrece en función de los resultados favorables o desfavorables en torneos.
Publicado en www.lasiringadepan.blogspot.com el 13 de agosto de 2012.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.
Que honor hay en suicidarse,desde mi punto de vista esa es la salida del cobarde, hay que levantarse del golpe y seguir luchando.
ResponderEliminarHola Rubén, gracias por visitar este blog. Bueno, en primer lugar está el suicidio en sí mismo que podemos compartir o no. Lo políticamente correcto es decir que nunca hay que suicidarse pero lo cierto es que sobre el tema y según las circunstancias se ha dicho de todo. El personaje, claramente, opta por esta vía, pero fíjate en cuáles son los motivos: ¡cinco miserables puntos de elo! Algo así como ceder un puesto en la clasificación liguera. Una nimiedad, vamos. En cualquier caso, el desenlace es una exageración.
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