domingo, 7 de octubre de 2012
Relegando sirenas y quimeras
Mueren las olas del mar bajo su piel morena,
acunando con mimo su silueta desnuda,
recién bañada con sal sobre la blanca arena.
Temo decir la verdad, mi boca queda muda,
admirando, cobarde, tan hermosa sirena.
Navegando por el mar en busca del olvido,
una nueva quimera somete mis sentidos,
retozando risueña con semblante atrevido.
Inerme falla mi voz, carente de sonidos,
al fin hablo con ella, mas no me presta oído.
Abatido por el mar echo el ancla dorada,
relegando por siempre sirenas y quimeras.
Izo las blancas velas con rápida brazada,
acudo al laberinto de mil cretenses fieras
donde mora entre tauros mi por fin dulce amada.
No tiembla mi débil voz, si soy yo a quien tu esperas,
Atenas nos aguarda sin escalas colmada.
Publicado el 7 de octubre de 2012 en www.lasiringadepan.blogspot.com .
Ilustración: La sirena de John William Waterhouse, circa 1900.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.
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Mmm, conociéndote me aventuro a datar esta composición a tus años de mozo universitario.
ResponderEliminar¿Cuantas coronas de laurel has reunido desde entonces? :)
La composición es más tardía, lo que ocurre es que cada estrofa se situaría en diferentes épocas de mi vida: bachillerato, facultad y época laboral.
ResponderEliminar¿Coronas? No sé... Roscas pocas (!) jeje.
Francamente, esa (tal vez) fue mi interpretación. ¡Ah, debería equivocarme más, errar gustosamente, degustar el sufrimiento como quien degusta un caramelo y lo escupe antes de terminarlo de comer! Quizá así escriba de verdad... (jeje)
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