martes, 28 de agosto de 2012

Cuento lotero



Avanzamos con sigilo por el pasillo de la sexta planta. Desde aquel desencuentro en el Social por el color de los banderines se nos había declarado non gratos y teníamos que acudir escoltados al Sant Martí. Bob sudaba profusamente y apretaba los labios en una extraña mueca de nerviosismo mientras nos acercábamos a la sala de juego.
Procedimos según el plan y Bob sacó su trompeta. Entró en la sala grande, repleta de ajedrecistas disputando sus partidas en un silencio sepulcral, solamente interrumpido por el tictac de los relojes. Algunos de los presentes le reconocieron de inmediato y comenzaron a alzarse de sus asientos previendo lo que iba a ocurrir. Bob respiró hondo, tomó aire y acercando la trompeta a sus labios hizo sonar aquel cuerno dorado de guerra. Se produjo un fuerte altercado y el resto de jugadores, que estaban en la sala más pequeña, salieron a ver qué ocurría. Yo abandoné mi escondrijo, tras un extintor, y aproveché la distracción general para colarme en la sala adyacente, más pequeña, que ahora estaba vacía. Rebusqué afanosamente entre los armarios, sabedor de que no disponía de mucho tiempo mientras daban una paliza a Bob. Por fin hallé los talonarios. Hojeé frenéticamente su interior y pude comprobar con regocijo que se trataba de las participaciones de lotería del Sant Martí. Era el 53799 tal y como había predicho la pitonisa. Guardé los talonarios en mi bolsillo, abrí la ventana y me precipité al vacío con gran euforia. El paracaídas había funcionado.

Publicado en www.elblogdecatulo.blogspot.com el 11 de octubre de 2011.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.

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