domingo, 2 de diciembre de 2012

Ajedrez 960



La furgoneta avanzaba a gran velocidad por la autopista. Su conductor, un barbudo maloliente, asía el volante con pasmosa tranquilidad mientras pisaba a fondo el acelerador. Los pitidos que le dedicaban los otros coches apenas le incomodaban y daba la sensación de que Ruperto, pues así se llamaba el hombre, podía estrellar su vehículo en cualquier curva. 

A su lado viajaba Peter Svidler, uno de los mejores ajedrecistas del mundo, vencedor en varios torneos de súper elite y eterno aspirante al trono mundial del ajedrez. El ruso parecía muy asustado, tal y como delataba la aterrada expresión de sus ojos, pero apenas se movía de su asiento. Principalmente porque estaba atado y amordazado en el interior de la furgoneta. El cautivo llevaba un chichón en la frente, sin duda fruto de la resistencia ofrecida, con una herida sanguinolenta que todavía supuraba.

Ruperto dio un volantazo y, marcando el asfalto con la goma de sus neumáticos, tomó la salida más próxima. La furgoneta comenzó a circular velozmente por carreteras secundarias. Los baches eran frecuentes y la sensación de peligro no hacía sino aumentar en cada recodo.

El ruso empezó a agitarse y proferir sonidos desesperadamente pero la mordaza que sellaba sus labios no permitía comprender ni una sola de sus palabras. Quizás el trayecto era demasiado sinuoso para su gusto. Ruperto decidió dar un respiro a su acompañante y, de un tirón, arrancó el esparadrapo que acallaba al ajedrecista.

Svidler aprovechó la ocasión para exigir, o más bien implorar, su inmediata liberación.

GM Svidler: – ¡Pare inmediatamente el coche, que nos va a matar! ¡Y haga el favor de soltarme! Soy Peter Svidler, el ajedrecista.

Ruperto: – Ya sé quién es usted. ¿De verdad cree que su secuestro ha sido casual? Sé lo que me hago. Usted nació en Leningrado el 17 de junio de 1976, aprendió a jugar a los seis años y en 1994 ya ostentaba el título de Gran Maestro, ha ganado varias veces –cuatro que yo sepa- el Campeonato de Rusia y ha rozado el campeonato del mundo en varias ocasiones. ¿Quiere que ponga una cinta de Bob Dylan? Sé que es su cantante favorito.

GM Svidler: – ¡Pero si yo no le he hecho nada! Suélteme, por favor. Veo que es usted aficionado al ajedrez. Sabe muchas cosas de mí. Si realmente ama este juego, debe soltarme.

Ruperto: – ¿Cómo? ¿Que usted no me ha hecho nada? ¿Que debo soltarle por amor al juego? ¿Está de broma? Deje de mentir, sabe que es justamente lo contrario.

El ruso lanzó una confusa mirada a su captor. Empezó a comprender que el móvil de su secuestro no era económico y que, para mayor desgracia, se hallaba sentado junto a un demente peligroso. ¿Por qué precisamente a él? Siempre se había mostrado prudente y, a diferencia de varios de sus colegas, nunca se había metido en política. Algo en su interior le urgió a cambiar de estrategia y seguir la corriente a ese chalado para ver qué pretendía con todo aquel numerito.

GM Svidler: – No le comprendo. Explíquese, para que yo pueda entender.

Ruperto: – Debería darle vergüenza. ¿Cómo se atrevió a participar en aquella farsa de Mainz?

GM Svidler: – ¿Mainz? He jugado varias veces en Alemania pero siempre han sido torneos serios. Si se refiere a mis victorias ante Leko, Aronian o Almasi son justas y meritorias.

Ruperto: – ¿Torneos serios? ¿Qué dice? Pero si alteraron deliberadamente el reglamento del ajedrez. Sortearon la posición inicial de las piezas como si el ajedrez fuera un juego de azar, como los dados o la ruleta. Es ridículo que un ordenador baraje las piezas como si de naipes se tratara y luego los esparza caóticamente sobre el tablero. Entonces se producen situaciones absurdas como que enrocarse se convierte en un auténtico follón porque a saber dónde han ido a parar el rey y las torres. Hay una cosa que se llama tradición y el deber de todo ajedrecista es respetarla.

GM Svidler: – No me diga que es usted un purista del juego. El ajedrez 960 es una variante del ajedrez clásico perfectamente legítima y aceptada por mucha gente. El mismísimo Bobby Fischer afirma que el ajedrez convencional ha muerto debido al análisis exhaustivo de las aperturas y que solamente un sorteo inicial de la posición de las piezas puede asegurar nuevas posibilidades y un terreno virgen donde jugar en libertad. Imagínese. 960 maneras diferentes de comenzar la partida. Eso sí es creatividad. 

Ruperto: – Si usted quiere ser campeón del mundo de ajedrez lo que tiene que hacer es jugar con más acierto y derrotar a los que, por ahora, son mejores que usted. Su título de campeón del mundo de ajedrez 960 es un chiste. Peor aún, es una burla al sentido común. El ajedrez clásico tiene millones, trillones de posibilidades que ni usted ni yo hemos analizado. Es absurdo cambiar de juego cuando el ajedrez todavía no se ha agotado. Y no me cite a Fischer, que está loco.

GM Svidler: – Tiene gracia que llame loco a Fischer. Usted, que secuestra a gente y se la lleva en furgoneta para sermonearla sobre la pureza del ajedrez. Creo que yo, que soy un profesional, puedo opinar con cierto conocimiento de causa sobre el tema. En cambio, ¿quién es usted? Un secuestrador. Un fanático que adora y habla de un juego sin dominarlo.

Cuando hubo dicho esto, el Gran Maestro se arrepintió de haber dado rienda suelta a su lengua. Su situación era precaria y encender los ánimos del hombre que lo tenía atado era altamente peligroso. Miró de reojo a su captor para escrutar en su semblante qué reacción habían podido causar sus temerarias palabras. 

Ruperto apenas se inmutó. No parecía tener el orgullo herido. Aminoró la velocidad de su vehículo y tomó un sendero poco transitado que atravesaba un bosque espeso y solitario. Un sol potente se filtraba entre las hojas de los árboles y caldeaba el interior de la furgoneta. No había aire acondicionado. 

Como la última conversación no había sido de su agrado, Ruperto encendió su radio y sintonizó una emisora de música clásica. Una intrincada melodía para piano envolvió el ambiente. Eran las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach. Svidler optó por permanecer en silencio.

Quizá pasaron unos veinte minutos sin que nadie dijera nada. Música y nada más que música. Al fin llegaron a lo que parecía ser una vieja cabaña de madera. Los troncos estaban pelados y parecían roídos por la carcoma. Ruperto detuvo la furgoneta y, tras cerciorarse de que no había nadie por allí, apagó el motor, sacó las llaves del contacto y se apeó del vehículo. Respiró hondo y entró en la cabaña. 

El cautivo aprovechó la oportunidad y trató de soltarse pero comprobó rápidamente que quitarse un cinturón de seguridad estando atado de pies y manos era imposible. Recordó entonces que todavía llevaba su teléfono móvil en el bolsillo. Retorció sus articulaciones todo lo que pudo, superó el dolor, ignoró el chasquido sordo de su hombro al desencajarse y logró hacerse con el teléfono. Escuchó entonces cómo la puerta de la cabaña se abría. Marcó desesperadamente el primer número que pudo y camufló el aparato bajo sus piernas. Si alguien escuchaba la conversación, quizá podría avisar a la policía y solucionar el entuerto. Svidler fingió docilidad y esperó a su captor.

Ruperto llegó con una amplia sonrisa en los labios. Una sonrisa de satisfacción. Secó el sudor de su frente con un pañuelo blanco y, mirando al secuestrado, le explicó su propósito.

Ruperto: – Mire usted. Como veo que no valora adecuadamente el orden que tienen -y deben seguir teniendo- las cosas, le haré una demostración práctica. Usted dice que la colocación inicial de las piezas es pura anécdota, que no importa. Para demostrarle que no es así, haremos lo siguiente. ¿Ve este serrucho? Lo utilizaré para serrarle las extremidades, sortearé luego la posición en que deben ir y, para que vea que no soy rencoroso, posteriormente se las coseré con total esmero. 

Publicado en www.lasiringadepan.blogspot.com el 2 de diciembre de 2012.
Texto de Joan Fontanillas Sánchez.

2 comentarios:

  1. ¡Gracias! La ilustración da una pequeña pista... En cualquier caso, siempre lo he concebido como un final abierto, el teléfono de Svidler estaba llamando así que... quizá le rescaten.

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